21 años ya. Lo que alguien definió en sus inicios como un OVNI aterrizado en la capital oscense, ha terminado por convertirse en una referencia absoluta de la cultura contemporánea española, que ha conseguido poner a Huesca en el mapa. Periferias es el evento cultural aragonés más relevante de los dos últimos años pre-pandemia según el Observatorio de la Cultura, lo más parecido a los Oscars de la Cultura en nuestro país. Un festival atípico, original, personalísimo, único en su especie. Un verso suelto, o como dicen en Francia, un electrón libre. Desde sus inicios, Periferias tuvo muy claro que su mismo nombre constituía una radiografía perfecta de sus objetivos e intenciones. Porque el festival oscense ha apostado siempre por los márgenes, por las periferias de la cultura, consciente de que es ahí y no en la centralidad oficial donde suceden las cosas interesantes. Porque es allí donde surgen las ideas brillantes, donde la imaginación desborda los cauces. Con una vocación outsider y anti-hegemónica, Periferias se ha convertido en un estado mental, en una forma de encarar la vida y de entender la cultura, que durante 20 años ha permitido a Huesca zambullirse en las temáticas más diversas: del agit prop a la fiesta, de lo telúrico de la tierra a la cosmogonía del futuro, de lo conocido a lo nuevo, del horror a la comedia, de la inagotable cultura negra a los estados alterados de la consciencia, de lo fake a lo outsider, del género a la palabra, de las raíces a los cables. La vida, en suma. Hasta el infinito y más allá.

Y este año, en la edición que debía haberse celebrado en 2020, Fronteras. Un tema que, pese a lo que podría parecer, no es oportunista. Porque estaba elegido antes de que nos sorprendiera la pandemia Y así es como ha acabado siendo absolutamente premonitorio. Nos habíamos olvidado ya de ellas, pero la covid-19 ha devuelto las fronteras a la más cruda realidad. Las interiores y las exteriores, las psicológicas y las geográficas, las políticas y las artísticas. Un mundo, de nuevo, lleno de aduanas y peajes. Y de eso trata Periferias este año. De la frontera entre Aragón y Cataluña, de la fina línea que divide a la ficción de la realidad, de las barreras que tiene que superar el pueblo saharaui, de los Pirineos que son frontera y puente entre España y Francia, del spoken word que une la poesía con la música, de los inmigrantes, exiliados y refugiados que viven la frontera de forma trágica, de la conexión entre la tradición y la vanguardia, de Marie Curie como icono pop, del entrelazado de raíces y cables, de las coblas de sardana que no temen aliarse con las células del free jazz, de la electrónica que hace saltar por los aires su barrera con el folk, del pop que se vuelve cósmico, del matrimonio de  las sevillanas con el trap, de la ciencia que se vuelve divertimento, del rock que se salta todas las barreras estilísticas, de lo que nos une y lo que nos separa… Periferias, una vez más, nos abre la mente y nos permite acceder a realidades paralelas. Como decía aquel anuncio, hay otros mundos pero están en éste. En Periferias Estado Mental.

Luis Lles