La última vez que entrevisté a Lou Reed, conseguí que se riera. Le hablé de Dark side of the moon. No, no el disco de Pink Floyd: el documental del francés William Karel que desarrolla la patraña de que la llegada del hombre a la Luna fue un montaje de cine, literalmente, hecho a partir de imágenes rodadas por Stanley Kubrick con unas lentes especiales desarrolladas por la NASA. Se lo contaba y se partía la caja, “tengo que llamar a Laurie, va a alucinar”.
Y eso ¿qué nos dice? Que hasta un realista/romántico como Lou podía salivar ante un buen fake. Tiene sentido: en el mundo del pop, no hay mucho margen para los fakes. La realidad tiende a ser tan disparatada que supera cualquier pirueta de la imaginación. Ahí puede estar, sospecho, la explicación del fracaso de tantas ficciones sobre el rock: se quedan cortas, parecen pálidas variaciones sobre la mitología certificada.
Por el contrario, sí resulta territorio fértil para las parodias. Sobre todo, si están hechas de cerca, con conocimiento de causa, usando el escalpelo del cirujano implacable. Eso explica la capacidad de fascinación de This is Spinal Tap (nunca volverás a ver igual el heavy metal), All you need is cash (ídem con los Beatles), Fear of a black hat (el rap), The great rock’n’roll swindle (Sex Pistols)…
Pero haberlos, haylos. Un fake musical fue Marvin Pontiac, ocurrencia del saxofonista John Lurie, que se inventó un turbulento bluesman, de padre maliense y madre judía. Sacó en 1999 un disco cantado, The legendary Marvin Pontiac: greatest hits. De alguna manera, Lurie logró colar una biografía en www.allmusic.com y hasta el patriarca de la ficción noir, Elmore Leonard, contribuyó al engaño con una mención en su novela El blues del Misisipi (en el original, Tishomingo blues).
La escucha, sin embargo, dinamitaba la fantasía: resulta no imposible pero sí complicado reproducir el sonido, las técnicas de producción de décadas pasadas. Tampoco llegaron a colar las primeras grabaciones del guitarrista John Fahey, enmascarado como Blind Joe Death, a pesar de que incluso prensó algunas pizarras a 78 r.p.m.
Mi favorito, sin embargo, es el invento de The Masked Marauders. En octubre de 1969, en plena fiebre de los supergrupos, la revista Rolling Stone publicó una crítica del disco que contenía una sesión de alto secreto, donde participaron John Lennon, Paul McCartney, Bob Dylan, Mick Jagger, Al Kooper. Insisto en la fecha: desde el verano, circulaba clandestinamente un doble LP de Bob Dylan titulado Great white wonder que, aparte de asentar los cimientos de la industria del disco pirata, confirmaba que los artistas tenían una vida musical fuera de nuestra vista, no reflejada en los lanzamientos oficiales.
Volvamos a Los Merodeadores Enmascarados. Firmaba el texto T. M. Christian, seudónimo de Greil Marcus. Y resultaba tan convincente que las tiendas se vieron asediadas por compradores ansiosos. ¿Qué quieren que les diga? En la contracultura éramos crédulos y “lo imposible” estaba al alcance de la mano. Efectivamente, se materializó con músicos de Berkeley, siguiendo las pautas de la crítica. El disco fue lanzado por Warner y vendió unas 100.000 copias.
Autor
Diego A. Manrique, especializado en crítica musical desde 1975, está considerado como una de las máximas autoridades en materia de música actual en España, además de gran coleccionista, teniendo una de las colecciones de música más importantes del país. Comenzó estudios de Derecho, que sin embargo nunca terminó. Se inició como periodista en el semanario Triunfo. Poco después se incorporó a Radio Castilla, de Burgos. Durante los años setenta y ochenta colaboró en revistas como Vibraciones, Rock Especial, Todas las Novedades y todo tipo de publicaciones que incluyeran una página dedicada a la música rock. Entre los años 1979 y 1980, colaboró junto a Carlos Tena en el programa sobre vanguardias musicales Popgrama de Televisión española. En los siguientes años volverían a coincidir en Caja de ritmos (1983) —del que fue guionista— y Pop Qué (1984). También trabajó como guionista en los programas ¡Qué noche la de aquel año! (1987) y FM 2 (1988). Desde 1992 hasta 2010 mantuvo el programa El Ambigú en Radio 3 de Radio Nacional de España, emisora en la que ya había dirigido Sólo para ellas (1984). Asimismo, entre 2007 y 2008 condujo el programa La Madriguera en Radio 1 de Radio Nacional de España. En mayo de 2008 fue nombrado director adjunto de Radio 3, cargo del que fue cesado en 2012. Compaginó estas labores con las críticas musicales en el diario El País y El País Semanal. Fundador de la revista Efe Eme, sigue colaborando en ella, así como en Rolling Stone. Este año, fue galardonado con el Premio Nacional de Periodismo Cultural.
noviembre 7, 2014
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