Cuando, a los 14 años, antes de que la indumentaria me delatara totalmente, mi padre me preguntó cómo se llamaba ese grupoque hablaba de Bela Lugosi, le respondí que Bauhaus, él me dijo “ah, por el movimiento alemán” y yo le miré sin entender nada y le dije: “si…, bueno, el gótico es alemán, un poco, ¿no?”. Ahí descubrí que eso que llamábamos gótico tenía poco que ver con lo que mi padre consideraba como tal y a estas alturas, la verdad, es que tampoco he entendido porqué Bauhaus se llama Bauhaus, supongo que por hacerse los cultos, que es algo que les gustaba mucho a los góticos de los 80.

Bueno, a partir de aquél día la negociación para que en mi casa se permitieran mis acercamientos al goticismo consistían en: “vale, te regalamos las doc martens y la camiseta de Siouxie por tu cumple pero también El Castillo de Otranto de Horace Walpole. Si eres gótica, eres gótica”. Ahí empezó mi amor por todo lo gótico. Desde Virgin Prunes a Hoffmann pasando por toda la colección de Valdemar y Siruela, los vampiros de verdad, no como esos chicos sanísimos de Crepúsculo y todo lo demás. La verdad es que cuando profundicé en la novela gótica me di cuenta de que realmente aquel movimiento musical que me había hecho amar el rock no tenía demasiado que ver con lo que estaba leyendo. Sí, simulaban una estética más bien digamos victoriana, hablaban de vampiros, pero lo suyo estaba más cercano a la Hammer que a lo gótico realmente. Pocos grupos, muy pocos, quizá Dead Can Dance sean los más reconocidos, recreaban esa atmósfera. El resto, salvo excepciones muy contadas, como el Bela Lugosi is Dead de Bauhaus se acercaban al género. Pero lo que con los años sí he podido analizar a fondo, de una manera intuitiva, es que ellos, por primera vez, realmente y, sin darse cuenta prácticamente, recrean los postulados del vampiro. El paralelismo entre la estrella de rock y el vampiro es algo que desde los comienzos del género ha estado claro. El vampiro busca la eterna juventud, como la rock star. En el rock la juventud es un valor esencial, las estrellas deben mantenerse o al menos parecer jóvenes. La vejez no existe en ese mundo. O bueno, existe, pero ellos se encargan de que parezca que no. Otro paralelismo, relacionado con la eterna adolescencia es la sustancia sagrada, el soma transformador, que produce adicción, por la que se mata, figurada o realmente. La sangre en el vampiro y, bueno, en el rock el espectro es más variado, pero concretamente en la música gótica y en el mito de la estrella, el asunto es una sustancia que comienza produciendo placer pero que se convierte en una maldición, rápidamente engancha y que con el tiempo simplemente es un elemento esencial para sobrevivir, no en un estimulante o algo que altere la conciencia.

Otro asunto importante es la seducción y la corrupción. El vampiro es el gran galán, irresistible… atractivo, encantador y con ese punto de peligro y perversión que le hace más adorable. Siempre rodeado de fans y de mujeres y hombres que le idolatran. Y en la novela gótica, como ocurre con las rock stars, son las jóvenes, las casi adolescentes, las que se quedan fascinadas con él. El vampiro es el epítome de la corrupción, el gran “desvirgador” en sentido figurado, como lo es la rock star. De su vida privada no hablamos, pero ambos son los ídolos sexuales con los que las adolescentes tienen sus primeras fantasías sexuales. Y cuando decimos vampiro, también hablamos, por supuesto de ella. Del mito de Bathori, la gran diva del vampirismo universal, la Drácula femenina. El peligro, lo prohibido, el mal, incluso los juegos con lo diabólico es algo que comparten ambos. Y en el caso de la música gótica, aunque los temas sean distintos y realmente sean los adeptos al psicobilly como los Cramps o los Misfits u otros artistas más digamos cómicos como Screaming Lord Sutch o Screaming Jay Hawkins los que más han cultivado el terror, ese concepto más abstracto de lo oscuro y el peligro sí está presente en la obra de los artistas góticos. Es algo más del tipo pasen y lloren que pasen y griten. Un horror hacia dentro.


Silvia Grijalba (Foto: Gorka Lejarcegi)

Silvia Grijalba. Foto: Gorka Lejarcegi.

SILVIA GRIJALBA

Silvia Grijalba nació en Madrid en 1967. Es novelista, periodista y autora de letras de canciones. Publicó su primera novela, Alivio Rápido, en 2001. Le siguió Atrapada en el Limbo, en 2005. Ha sido redactora de la sección de cultura, columnista y reportera en el diario El Mundo desde la fundación del periódico, en el que actualmente sigue colaborando. También ha publicado los ensayos Dios Salve a la Movida (2006) y Palabra de Rock (2008) y una biografía sobre Depeche Mode (1995). Sus obras se han traducido al italiano y al alemán. Ha colaborado en revistas como Rolling Stone, Vogue, Marie Claire, Glamour, Yo Dona, el periódico británico The Guardian y en programas de radio y televisión como Las Noches Blancas, Dragolandia y D Calle. Dirige el festival de spoken word Palabra y Música y el ciclo anual Poesía del Rock. Su novela Atrapada en el Limbo está en fase de preproducción, mientras trabaja el guión junto al director y guionista Manuel Martín Cuenca. Ha sido la ganadora de la última edición del Premio Fernando Lara de Novela con Contigo aprendí.