El jazz, dicen, fue tomando forma allá en la segunda mitad del siglo XIX, en un caótico cóctel de ritmos, melodías, instrumentaciones, danzas… que encontró el terreno abonado para ello en el sur de los Estados Unidos, con epicentro en Nueva Orleans. Músicas, ritmos e instrumentos que aportaban los esclavos que habían sido llevados a trabajar el algodón (y todo eso), músicas (las folclóricas y las “cultas”), ritmos e instrumentos (puede parecer una tontería, pero una guerra, como la de Secesión, acercó a la población negra un instrumento que durante años sería emblemático en esta música, como fue la corneta). Y luego la parte religiosa, con los oficios, los espirituales, los cantos de trabajo… un complejo puzle para rastrear raíces.

Jerry Roll Morton, una de las primeras y más destacadas figuras de esta música –un tipo muy cachondo que repartía unas tarjetas de visita en las que se proclamaba “inventor del jazz”–, citaba como elemento fundamental del jazz un “matiz/toque español” (sobre el que por otra parte tampoco es que haya unanimidad a lo que se refería). Duke Ellington (palabras mayores) reivindicó la aportación “negra” en no pocas de sus composiciones. Las primeras orquestas que llegaron a Europa (¡París!!!), como haría Duke en una buena etapa, explotaban el lado jungla (una Josephine Baker tan sensual como salvaje). Unas primeras reivindicaciones y muestras de la “negritud y el africanismo” en el jazz.

En los cuarenta, el be bop supuso una protesta frente a un jazz simplón, bailable y blando (las más de las veces, incluso blanco) que abarrotaba los clubs. Se cuenta que el nombre del género haría referencia al sonido de las porras policiales al golpear las cabezas de los negros. Más allá de eso, los más destacados baterías del género (Roach, Clarke…), pasan a reivindicar la percusión africana, incorporándola en su tamborileo. La reivindicación de la negritud, en la década siguiente, llegaría a altos grados de compromiso con Mingus (complejas obras en las que casa negritud, reivindicaciones sociales y raciales…, mención especial para “Fables of Faubus”). Otra destacada figura de ese fin de década es Sun Ra, quien además de afirmar que procedía de Saturno, proponía un jazz que hundía raíces tanto en las grandes bandas del swing (Fletcher Henderson) como en el colorismo etno de la mitología egipcia, facturando trabajos que apostaban por el futurismo (por más que naif).

El final de los cincuenta y los sesenta está marcado por el segundo gran revolcón/cisma (el primero lo fue el bop) que ha sufrido el jazz. Aparece el free jazz. Libertad expresiva, del papel de los instrumentos, de las sonoridades… Y lejos de ser un estilo dogmático, se muestra realmente libre y abierto. Albert Ayler revindica el papel y sonoridad de las fanfarrias y bandas de desfiles, Coltrane abre de par en par las puertas al punto espiritual del jazz (a los espirituales tradicionales se les sumará la visón orientalista… y por allí se lanzan su mujer, o Pharoah Sanders). Crisol de todas las libertades propuestas por el free, surgen en Chicago el AACM (Art Ensemble of Chicago), que combina tanto a nivel musical como visual el africanismo, el etnicismo y la visión de futuro. Archie Shepp viaja al norte de África y trabaja con músicos tuaregs, buscando raíces comunes en sus músicas (Pan African Festival de Argel y mirada al Islam a cargo de no pocos músicos)… reivindicación de los sonidos más funk y groove (que ya habían tenido un primer de éxito en los cincuenta con el hard bop)… la lucha de los derechos civiles…

La desaparición de Coltrane y Ayler lleva al free a entrar en horas bajas. Comienza el reinado del jazz rock, que se trasmutaría en fusión. Pero en los setenta aun hay una interesante producción de discos de músicos que apuestan por la negritud funk, el espiritualismo (un free preñado de percusiones, campanillas, flautas…), que tras haber caído en el olvido, por más que hubo un hilo conductor que llega hasta nuestros días, vienen siendo revindicados desde comienzos del presente siglo. Don Cherry (compañero de primera hora de Ornette Coleman, el padre del free), Abdullah Sami, Zusaan Kali Fasteau… o Idris Ackamoor & The Pyramids, una de las cabezas del cartel de esta edición de Periferias.

Mezclando todas estas raíces e influencias que han sido revindicadas a lo largo de la historia del jazz con las ritmos actuales de la calle (hip hop, rap, electrónica, acid…) y la instrumentación, encontramos una multitud de nombres y direcciones que vienen a mostrar que la escena que apuesta por combinar raíces y visión de futuro es realmente excitante: Irreversible Entanglements, Liquid Soul, Soweto Kinch, Makaya McCraven, Kokoroko, Newen Afrobeat, Nubya García, Ben Lamar Gay, Salim Washington

jesusmoreno
Arguis, 9 octubre 2019.


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JESÚS MORENO

JESÚS MORENO

Jesús Moreno. Huesca 1958. Ejemplo de aficionado musical de amplio espectro. El clásico para todo sirve, para nada aprovecha. Impulsor de audiciones musicales ya en sus tiempos colegiales, mediados los setenta. Gusta de diversos estilos, del folk a la electrónica, pero no se ruboriza al reconocer su predilección (de largo) por el free jazz y sus derivados. Fundador de diversas asociaciones (Contrabajo Jazz, con la que se programaron ciento y muchas actuaciones). Miembro del dúo de impro electroacústica nst freestyle (actuaciones en Bleep!, Periferias…). Colaborador de diversas publicaciones de temática jazz (Cuadernos de Jazz –redactor–, Contrabajo, Margen, Jazz Red, Improjazz, Jazzology, Diario del Altoaragón). Ha escrito notas de discos («Tete Montoliu en La Trompetilla»). Programas de radio (Radio Huesca/SER, Radio Kasco Viejo… actualmente, Club de Jazz. en la red). Como fotógrafo ha publicado desde en el boletin de Bohaires (gaiteros gascones) a la italiana Jazz Colours, pasando por la web del Columbia Chicago College. Desde hace años viene manteniendo blogs (o zurret de artal, desde mi cadiera, estrapalucios y fatezas, alparceando de fatezas).