«Pues aquel que vive más de una vida, más de una muerte tiene también que morir.»
Oscar Wilde

Como todo el mundo sabe, el siglo XX nació en 1816 en Villa Diodati (Suiza) y llegó envuelto en truenos y relámpagos. Mary Wollstonecraft Shelley supo que la electricidad iba a alumbrar el horror, y también al cine, la televisión y el rock, el Doctor Polidori tuvo que envenenarse con ácido prúsico para escapar de los vampiros mientras Lord Byron, el último caballero medieval, moría desangrado y su hermoso cadaver volvía a Inglaterra conservado en alcohol, convertido para siempre en un no muerto.

Al otro lado del mar la primera estrella del rock, Edgar Allan Poe, publicaba su primer trabajo en 1827 y se abandonaba a una vida de excesos que sería imitada siglo y medio después por discípulos como Elvis Presley, Jerry Lee Lewis, Jimi Hendrix o Jim Morrison, que reprodujeron fielmente muchos de sus comportamientos, siendo muy celebrados por las gentes de su época.

Mientras tanto, un refinado caballero irlandés llamado Oscar Wilde, creador del glam-rock, se reía de los fantasmas y revelaba la faustiana historia de Dorian Gray, un curioso y bello joven que años después se haría llamar Ziggy Stardust o Aladdin Sane o David Bowie, y aunque todo el mundo sabe que ese no es su verdadero nombre nadie puede negar su innata elegancia.

Pero cientos de años antes de todo esto, los bluesmen ya recorrían los caminos polvorientos armados con sus guitarras y vestidos con su mejor traje, así que cuando Robert Johnson llegó al lugar donde se cruza la ruta 61 con la autopista 49 lo hizo vestido con un impecable terno de raya diplomática y solapa ancha, corbata, pañuelo blanco en el bolsillo, sombrero ladeado, y relucientes zapatos negros, a juego con las nubes oscuras, tal como corresponde a un caballero que se dispone a entrar en una tormenta.

En las modernas salas del cinematógrafo Nosferatu se había revelado al mundo en los felices años veinte, pero serían Drácula y Frankenstein quienes reinaran en plena Gran Depresión, la gran pantalla capturaba los sueños pero también alimentaba las pesadillas y el mundo entero temblaba sin saber que el horror se desataría fuera de las salas poco después.

Cierto es que durante los años oscuros de la guerra y los posteriores, en los clubes de jazz se reunían los seres más elegantes, luciendo trajes de corte clásico y combinando polos y americanas con heroína y alcohol. Sus almas perdidas, tan tocadas por la espiritualidad, tan tremendamente fotogénicas, serán por siempre inmortales capturadas para la eternidad en un cálido y fantasmagórico blanco y negro.

Sin embargo muchos de los hombres que vivieron el horror de cerca y lograron regresar formaron un ejército de sombras que tomó las carreteras de América. Su uniforme tradicional era la chaqueta de cuero con parches en la espalda, con calaveras, pistones y bielas como los “McCook Outlaws” de Chicago en los años treinta, pero en la posguerra se añaden los trofeos con los que muchos veteranos se adornan y adornan sus motos: insignias, medallas, cruces de hierro, gorras y botas militares arrebatadas a los nazis durante la guerra, se lucen con el orgullo de haber vencido al enemigo, pero la naturaleza de los símbolos es misteriosa, hay ocasiones en que pierden totalmente su sentido y hay ocasiones en que se revuelven y atacan otra vez. Historias de oscuridad y peligro.

En 1956 Elvis Presley apareció en el show de Ed Sullivan y muchos vieron al demonio. Las líneas telefónicas de la CBS se colapsaron. Elvis se peinaba como Dean Martin, Buddy Holly lucía gafas de buen chicoJerry Lee Lewis se casaba con su prima de trece años, como hiciera Edgar Allan Poe cien años antes, Chuck Berry le robaba el baile del pato a T-Bone Walker, Little Richard tiraba todos sus anillos de diamantes a un río, Johnny Burnette bajaba del escenario buscando pelea, Eddie Cochran odiaba el verano y Gene Vincent se vestía de cuero mientras los Addams saltaban de las viñetas a la pantalla, Maila Nurmi se transformaba en Vampira y la familia Munster bailaba al ritmo de los Standells.

Zombies, hombres lobo, momias, marcianos, fantasmas y vampiros bailaban el “Monster Mash” mucho antes de que llegaran los psychobillies, luciendo quiffs de colores como tupés y vistiéndose como si el punk inglés hubiera nacido en la Norteamérica de los años 50, las pin-ups volvieron del infierno vestidas de leopardo y cargadas de tatuajes, la fiesta era en el cementerio, tocaban los Cramps canciones de Howlin’ Wolf y Screamin’ Jay Hawkins.

Si el punk no ha muerto, ¿hay vida después del punk?, algunos se refugiaron en las sombras sabiendo que la oscuridad no abandona a sus fieles, Ian Curtis lo hizo y no volverá jamás, Siouxie y Robert Smith, hermosos y pálidos, se vistieron de negro, ella como una diosa pagana de la muerte, él como un gato siniestro de pelo enmarañado, Peter Murphy dijo que Bela Lugosi había muerto pero eso no era del todo cierto. Ozzy Osborne nunca adoró al Diablo pero muchos demonios adoran a Ozzy, Black Sabbath siempre dieron mucho miedo, sus Satánicas Majestades lo saben. Charles Manson escuchó «Helter Skelter» pero no comprendió nadaLucifer castigó a Led Zeppelin por colarse en el infierno sin permiso y después mandó a King Diamond a cantar con Mercyful Fate.

El Rocky Horror Picture Show sólo fue un primer aviso, Alice Cooper condenó a Vincent Fournier a la silla eléctrica para siempre, los superpoderes de Kiss jamás podrán salvarlo mientras Glenn Danzig y los Misfits mantengan las llamas ardiendo. La Velvet Underground le cantaba al lado oscuro con la bendición de la Venus de las Pieles, Iggy Pop se cortaba con cuchillas, los Ramones parecían salidos de un libro de Stephen King, Vincent Price se reía mientras Michael Jackson se transformaba y las criaturas de la noche salían a la superficie, todo el mundo lo vió por televisión, fue una Nochevieja inolvidable.

Rob Halford se blindó con cuero y tachuelas, Judas Priest oficiaban la ceremonia, otro monstruo, Eddie The Head, surgió de un cartel durante la guerra de Vietnam y se transformó en guía de la carrera de Iron Maiden, pero la maldad echó raíces en el hielo: Varg Vikernes se creyó un vikingo salido de una tumba milenaria para quemar iglesias cristianas y matar, pero ninguna ópera dará fe de sus hazañas, las pálidas damas de las tinieblas prefieren el metal gótico y cantan sus melancólicas sinfonías con hermosas voces de soprano.

América adoptó la fiesta pagana del Sanhaim,  la transformó en Halloween y la exportó al mundo, Tim Burton le pidió a Danny Elfman una canción para acabar con la Navidad, Jack Skeleton la sigue cantando cada 1º de noviembre. Del American Gothic desciende Rob Zombie, un cowboy del infierno que cambió las ferias por la música y los cómics por el cine para seguir predicando el horror. Del horror surge Marilyn Manson, el Anticristo Superstar, producto de los miedos de una sociedad enferma, icono máximo de esta Edad Dorada de lo Grotesco. Alesteir Crowley, el hombre más malvado del mundo, lo dijo hace mucho tiempo, cada hombre y cada mujer es una estrella.

Y esta es la historia de porqué en Zara venden camisetas de los Ramones.


 

El autor

Pedro-J-e1382359381226Pedro J. Gállego.
Autodefinido: Aficionado a la música, amante de la cultura pop y toda la mitología del rock y alrededores, lector, espectador, oyente, y televidente. Presente en Periferias primero como público, después como cronista del Diario del Altoaragón y también con el proyecto musical Jenzo. Bloguero en hadasybotas.blogspot.com.es. Estado actual: buscando…