Un año más, y van ocho, Periferias destaca en todo el marasmo festivalero español como uno de los eventos más imaginativos, originales y decididamente atípicos. De hecho, una vez más este festival oscense trasciende los límites de festival al uso para configurarse como un foco de agitación creativa y como una propuesta única. Su carácter temático le permite reinventarse cada año, evitando así esa inercia acomodaticia que suele aquejar al grueso de los festivales que se celebran en España.
Cada año, Periferias es un festival nuevo, distinto, fresco y excitante. Y si en años anteriores, el leit motiv elegido ha sido Cosmos, Exilios, Versión, Mundo Raro, Agit Prop o Fiesta, este año el hilo conductor del festival, la idea que aglutinará los distintos espectáculos y eventos que componen su programación, será TIERRA. Es decir, las raíces, lo orgánico, el folk, la visión etnográfica. Tierra no tanto en el sentido ecológico del término (aunque también), como en el de pertenencia a un espacio tanto geográfico como emocional: el terruño, el lugar del que uno procede, las raíces, las señas de identidad y el imaginario colectivo. Como siempre, eso sí, analizado desde un punto de vista exploratorio y nada encorsetado.