En el contexto del festival Periferias 2019, dedicado este año a la temática “Raíces y Cables” (cuya inspiración es el ensayo del mismo título escrito por Erik Davis en 1996), no podría faltar la figura de José Val del Omar (1904-1982), puesto que es seguramente el pionero de este género de discursos “retrofuturistas” no sólo en nuestro país, sino posiblemente a nivel mundial. En los términos del cineasta, inventor, poeta y místico granadino, el título habría sido, quizá, “Electrónica y Barro”, palabras que él unió en sus discursos literalmente en los años 60, pero que venía trabajando en ellas y en hacerlas “reales” desde mucho tiempo antes.

Puede resultar sorprendente que José Val del Omar sea todavía un personaje tan desconocido, siendo pionero en tantas cosas y habiendo aportado tantas innovaciones; pero ésa es precisamente la razón: no es fácil ser un pionero y no ser al mismo tiempo incomprendido; más aún cuando hablamos de tres, cuatro o cinco décadas de adelanto respecto al frenético ritmo del progreso occidental. Y es que ése era precisamente el problema: ese “progreso” frenético y desenfrenado, ciego, capaz de dilapidar en un instante valores milenarios. Val del Omar fue muy pronto testigo de esa ceguera que aún nos posee, y dedicó su vida a combatirla desde dentro. Claro que sólo un loco (al estilo de don Quijote) asumiría semejante cruzada. Val del Omar fue uno de esos locos geniales que tan de cuando en cuando nos presta la historia; que por “loco” vivió casi en el anonimato, y que por “genio” hablamos ahora de él, como vana recompensa a su memoria. La cuestión es si todavía estamos a tiempo de aprender algo.

«Frente a la megainformación del momento pasajero nos asoma el gran temblor, latido hondo del eterno instante retrospectivo y futuro».

[Val del Omar, “Zócalo” (1972), Archivo VdO].

Quizá el momento crucial en la carrera de Val del Omar, la experiencia que marcó el principio de su quijotesca cruzada, fue su participación en las “Misiones Pedagógicas” (impulsadas por Manuel Bartolomé Cossío, al frente de la Institución Libre de Enseñanza), en las que participó entre los años 1932 y 1936, en condición de fotógrafo y de proyeccionista: él fue el responsable de llevar por primera vez el cine a muchos pueblos de España; y téngase en cuenta que el cine, desde que se inventara a finales del s. XIX, era un verdadero símbolo de la Modernidad y la “Nueva Era”.

Misiones Pedagógicas

Misiones Pedagógicas

Pero es sumamente importante entender que el espíritu de las Misiones Pedagógicas no se
corresponde con el espíritu valdelomariano, sino que este último va a suponer precisamente su inversión. Pues lo importante aquí no será la experiencia que los habitantes de esos pueblos sacaron de la llegada de Val del Omar, sino al revés: se trata de la experiencia que Val del Omar sacó de aquellas gentes:

«Cinco años conviviendo diariamente con las gentes más humildes de los rincones de España me dieron la oportunidad de meter los dedos en sus pechos, la llaga palpable y fabulosa.

Y nuestra Misión Pedagógica […] no fue nada ante el misionado de los pueblos sobre sus pedantes misionantes.

Fueron los pueblos menos contaminados de este falso progreso humano quienes nos convirtieron. El amor como único camino del verdadero conocimiento».

[Val del Omar, “Nuestra verdadera cultura”, en Escritos de técnica, poética y mística, Javier Ortiz-Echagüe (ed.), La Central, Madrid, 2010].

Si el espíritu de las “Misiones Pedagógicas” era culturizar y modernizar a los pueblo más
“atrasados”, Val del Omar vería en ellas el peligro de perder nuestras raíces, la esencia de nuestra autenticidad: el saber vivir firmemente unidos a la tierra y, al mismo tiempo, alimentar desde el interior esa mística ancestral y universal que nos hace mirar al infinito, hacia las estrellas más lejanas.

Cartilla Escolar Antifascista

Cartilla Escolar Antifascista

Val del Omar es, reconocidamente, el único cineasta vanguardista español de la posguerra
que permaneció y desarrolló su carrera íntegramente en España. Aunque la mayoría de los artistas de su generación (la conocida como “Generación del 27”) se exilió tras la victoria de Franco, y aunque el propio Val del Omar se había implicado en el bando republicano durante la Guerra (colaborando con Josep Renau en tareas tales como la redacción de la “Cartilla escolar antifascista”), el granadino nunca se exilió. Declaró oficialmente su rendición, se puso al servicio técnico del Instituto de Cinematografía y de la Radio Nacional, y afrontando todas las dificultades dio rienda suelta a su cruzada. Pues su cruzada estaba, en verdad, bajo su óptica, muy por encima de las coyunturas políticas, o quizá muy por debajo, en el subsuelo. Su proyecto, no sólo artístico, sino humanístico y vital, estaba ligado a los pueblos de España (y por eso las “Misiones Pedagógicas” no acabaron para él en 1936, sino que siguió por su cuenta profundizando, «metiendo los dedos en la llaga»), no motivado por un estrecho y vulgar nacionalismo, sino por una profunda visión dialéctica que entendía «el desnivel como fuente de energía». Lo que interesaba a Val del Omar de España era su situación de nexo: abierta a la modernización pero aún conservando sus raíces ancestrales, su Duende. Dejemos que hable él:

«Nuestra geografía y nuestra historia nos dicen que no somos occidentales, que no somos orientales. El fiel de nuestro equilibrio apunta a la estrella que está sobre nuestros padres, quizá sobre nuestros primeros padres. Somos las criaturas producto de dos sangres. Nosotros palpitamos entre dos culturas. En ello está centrada nuestra propia vida, nuestro profundo latido, nuestra capacidad humana de universal abrazo… […]

España es un país maravilloso… donde ni la remolacha se siembra racionalmente. Es a nosotros a quien nos dice Kierkegaard que lo subjetivo es lo verdadero. No esperemos la objetividad española. Esperemos la verdad del hombre. España es sangre. España es uno de los sitios privilegiados donde el pecado todavía tiene gravedad y peso… […]

Realismo y mística es nuestro arte. La mecamística va en nuestra médula. Yo siento que la Providencia nos ha colocado en el valle de las diferencias; nos dio el desnivel como fuente de energía; en el primer día de la Creación separó la luz de las tinieblas, desniveló el agua de la tierra. Que no somos iguales por decisión divina. Que cada uno, en su originalidad, puede servir a sus hermanos. Que el hombre devuelve la vida que le dio su Creador desvaneciéndose, que quiere decir, deshaciendo el desnivel, caminando hacia la Unidad…».

[Val del Omar, “Reaccionando ante los gigantes de 1956” (1956), Archivo VdO].

Claro que no debemos entender todo esto como parte de una ideología reaccionaria y opuesta al progreso, menos aún en el sentido científico y tecnológico. No olvidemos que Val del Omar fue, ante todo, un técnico excepcional, creador de aparatos y de efectos visuales y electroacústicos alucinantes para su época. El suyo era un vanguardismo en el sentido estricto, manifiesto incluido (redactado en 1935 bajo el título “Manifiesto de la Asociación Creyentes del Cinema”). Si el Cubismo era la vanguardia del perspectivismo, el Surrealismo la vanguardia del onírico subconsciente, o el Futurismo la vanguardia de la industrialización, la vanguardia valdelomariana sería sin lugar a dudas la de la electrónica y el barro, la mística y la tecnología. Si hay un término valdelomariano que defina su proyecto, éste es “mecamística” (como unión de mecánica y mística); “poeta mecamístico” es el nombre que así mismo se da el granadino (o “cinemista”, como mezcla de cineasta y alquimista). Y si hay un concepto filosófico que resuma su pensamiento, este es “dialéctica” (al que accedió posiblemente a través del Krausismo: ese movimiento filosófico inspirado en la dialéctica hegeliana, que tuvo gran presencia entre los intelectuales españoles del s. XIX, estando detrás de la Institución Libre de Enseñanza, de la que Val del Omar se siente continuamente deudor). Sea como fuere, la dialéctica es explícita en la mayoría de sus textos y de sus proyectos; y es muy posible que ello esté detrás de su difícil asimilación: porque la dialéctica es contradicción, y la contradicción es difícil de digerir para el racionalismo imperante. Val del Omar fue una contradicción andante (un filósofo con instintos de poeta y manos de relojero), que así tenía respuestas para todos (y para ninguno):

«Hora es ya de comprender que las máquinas han venido a extender los horizontes del hombre, a ahorrarle el esfuerzo con su colaboración y a unirlo en un exacto abrazo de redes dentadas sin aprisionar su alma…».

[Val del Omar, “Sentimiento de la pedagogía kinestésica” (1932), Archivo VdO].

«Las civilizaciones que nos inundan hoy, quemando el aire al entrenarse para la trágica partida de ajedrez, no nos valen a los que tenemos que decir cosas imprevistas para sus cerebros electrónicos».

[Val del Omar, “Reaccionando ante los gigantes de 1956” (1956), Archivo VdO].

«Hoy el hombre necesita palpitar en cueros vivos entre la automática y el barro, para tener éxito en la operación de aproximarse…».

[Val del Omar, “Alrededor de a cultura de sangre” (1965), Archivo VdO].

«De la acidez electrónica podemos salvarnos metiendo las manos en el barro. […] Si el ordenador gobierna nuestro tiempo de trabajo, el contrapunto sanguíneo muy bien pudiera serlo nuestro Duende. Nuestro Duende: El rey del tiempo libre…».

[Val del Omar, “Zócalo” (1972), Archivo VdO].

La primera de estas citas fue escrita en 1932, y la última en 1972; ahí contamos cuarenta años de cruzada; 10 años más tarde llegaría su muerte (trágico accidente en la M30 de Madrid), y aún habría que esperar 24 años más a que Erik Davis escribiera su ensayo sobre “Raíces y cables”; y aquí estamos hablando de ello a finales de 2019. Ahí se reconoce a un verdadero visionario.

Val del Omar es, a todas luces, un creyente del “progreso”, un enamorado del hacer y del pensar científico-técnico; pero no a cualquier precio; no al precio de enjaular nuestras vidas en una infame «red de milisegundos» —como expresa tantas veces—: «¡Tira tu reloj al agua!». Podemos y debemos usar los automatismos (y hasta niveles propios de la ciencia ficción), pero no convertirnos en autómatas. El progresismo/futurismo valdelomariano vuelve una y otra vez la vista hacia el pasado, hacia un estado primigenio y ancestral donde él imagina al ser humano en una libertad impensable para nosotros hoy. En términos similares lo expresaba Salvador Paniker en un artículo de 1995 dedicado a Val del Omar, aplicando sobre éste el término “retroprogresivo”, lo cual «consiste en avanzar simultáneamente hacia la complejidad sofisticada y hacia la no-dualidad originaria…», y añade:

«De algún modo, comprendía que si algún sentido tiene un mundo informatizado y electrónico, es el de permitirnos recuperar la vieja libertad arcaica, la de un mundo perpetuamente reinventado, en el que la técnica coadyuvase a la recuperación de la fiesta originaria.»

[Paniker, S., “Val del Omar: una interpretación” en Más allá de la órbita terrestre, Elena Duque (ed.), Buenos Aires Festival de Cine Independiente, Buenos Aires, 2015].

No es mi intención extenderme más en este texto sobre Val del Omar, en el que sólo quería dejar nota de su imprescindible presencia en el contexto temático del festival Periferias de este año 2019. Restaría ahora analizar sus películas, revisar sus técnicas y sus inventos, sus poesías (Tientos de erótica celeste) y también los increíbles proyectos que no llegó a realizar (porque nadie creyó suficientemente en él), y podríamos ver cómo esas ideas que esbozamos y esa dialéctica de lo “retrofuturista” lo atraviesan todo de parte a parte.

En Madrid, a 9 de octubre de 2019.
Jorge Ruiz Abánades


 

Autor

JORGE RUIZ ABÁNADES

Jorge Ruiz Abánades nació en Madrid en 1980. Es Doctor en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid (2012), con una tesis sobre el Tractatus Logico-Philosophicus de Wittgenstein, trazando un arco desde la lógica formal hasta lo místico (arco en el que se localiza buena parte de las ideas de Val del Omar). En 2014 comenzó a ejercer como docente, impartiendo cursos de diseño gráfico, teoría de la cultura y filosofía del diseño, tanto en el CSDMM de la Universidad Politécnica de Madrid, como en la Universidad Veritas de Costa Rica. Es componente del grupo En Busca del Pasto, con el que realiza una performance musical en esta edición de Periferias.