Dicen que los grandes escritores sienten un horror paralizante frente la hoja en blanco. ¿Horror? Venga va, dejad de justificaros y haced vuestro maldito trabajo, holgazanes.

El 18 de mayo de 2007, en Victoria (Canadá), dentro de una de las habituales giras promocionales de sus novelas, Chuck Palahniuk leyó a la concurrencia su cuento “Tripas”. Se documentaron los típicos vómitos y 5 desmayos, entre ellos el de un señor que se golpeó la cabeza contra la puerta al intentar escapar. El escritor se recreaba en el horror de un inocente accidente masturbatorio como antídoto del verdadero horror que habita en la mente de cualquier comediante: la indiferencia.

Desde este momento te pido, lector hipócrita, sudores fríos, mareos y, si es posible, repulsa e indignación. Os perdono todo menos la desgana, estáis leyendo mi texto putrefacto, estáis atados a un cadáver, ¡gritad!

El 8 de diciembre de 1980, en Nueva York, Mark David Chapman disparó contra John Winston Lennon. Su objetivo era causar el mayor dolor posible en un mundo que odiaba. Fue una bomba atómica moral.

Todo hombre siente alguna vez la tentación de asomarse a esa ventana entreabierta de la demencia. Dicen que el horror de la existencia hace aflorar cierta maldad creativa, y yo juro que cada vez que me suena el despertador haría explotar mi chaleco-bomba entre los filisteos. Por suerte la sensación no perdura. Jamás podré ser un terrorista suicida mientras siga siendo más fuerte en mí la vergüenza de dejar atrás una cocina tan sucia.

No ayudan tampoco esos relatos apócrifos del instante que precede a la muerte, cuando toda tu vida pasa ante tus ojos proyectada en filminas. ¿Puede existir un horror mayor? Probablemente sólo un power-point musical, o que por error te proyecten la vida de otro. Tal vez ese sea el infierno del que hablaban nuestros ancestros: un super-8 amateur.

Pero que conste que lo contrario al horror no es el progreso. Por eso me he propuesto reivindicar el miedo irracional como padre de la civilización.

En el siglo IV antes de Cristo (más o menos), en la India (o por ahí), el príncipe Siddartha Gautama dejó el placentario mundo de palacio y salió a las calles. Se topó con un enfermo, un anciano, un cadáver y un asceta. Se cagó de terror metafísico y se encomendó a la tarea de desentrañar los misterios del universo. Acabó convertido en el Buda, el Iluminado.

El horror es el ombligo de todas las religiones, ha guiado a todos los “pueblos elegidos” y se sacó de la manga el macguffin de “la vida después de la muerte” para enredar a nuestro subconsciente en la trama.

Fijaos cómo caen uno tras otro los récords del mundo de natación desde que se acostumbra a meter un tiburón en la piscina. Fijaos cómo investiga el único investigador español ahora que siente el puntero láser del francotirador en su frente. Es una ley, sólo nuestra euforia morbosa que sigue a la catástrofe nos permite superarla.

Qué sería del death-metal si no horrorizara a las beatas. Qué sería de las grandes ideas si no soliviantaran a la plebe de horca y antorcha fácil. Cómo se enfrentaría al dolor de la lucidez un visionario que no haya hecho llorar de desesperación a su madre.

Tal vez el horror, cualquier horror, nos paralice durante un segundo o varios años, pero es el mayordomo del cambio. Y ya se sabe que el mayordomo siempre suele ser el asesino.

El año 73 antes de Cristo, ante las condiciones insoportables de su esclavitud, un gladiador que había mirado fijamente a los ojos como ascuas de la muerte, un gladiador resabiado igualito a Kirk Douglas, se rebeló contra Roma junto a un ejército de 74 hombres que acabó siendo de más de 100.000. Qué importa ahora que perdieran la última batalla y fueran crucificados a lo largo de la Vía Apia. Así no tuvieron que sucumbir al aburrimiento. Como decía ese personaje de Joyce: “mejor pasar audaz al otro mundo en el apogeo de una pasión que marchitarse consumido funestamente por la vida”.

¡Yo soy Espartaco! Me he rebelado contra el mayor horror que conoce el hombre libre, un horror que ha inspirado el 90% de la producción escrita de la historia de la humanidad: el pánico del último día.

He terminado este texto antes de que me mordiera la yugular el plazo de entrega (con dentadura postiza de Drácula). Habrá un tormento reservado para mí en el camino de cruces de los héroes. Prometo silbar “Always look on the bright side of life” mientras me picotea los ojos un cuervo negro.


 

El autor

chimpa-e1382622401943Hombre Revenido (Huesca, 1976) es el Director regente de la Academia de Chimpancés, ejercicio de involución primate que está a favor y en contra del aprendizaje.

A lo largo de su vida ha escrito casi todas las palabras al menos una vez. Un ejercicio de prosa coleccionista que culminará con su próxima novela: «Animales Acojonantes», debido a la cuál, pese a no estar todavía impresa, ya anda pidiendo disculpas de bar en bar.

Le gusta:

  • Lanzar excrementos
  • La maldad bien entendida
  • Irse por las ramas

Le asusta:

  • Un futuro sin Periferias
  • Los spoilers
  • Que le digan que no se preocupe