En la primera mitad de los años 1930 un grupo de estudiantes llegaban desde diferentes colonias a París. Allí la formación académica mostraba cómo la cultura francesa debía extenderse al mundo, convertirse en norma; pero ellos lo interpretaron de otra manera. “Llegué a París y allí descubrí África”, explicó Aimé Cesaire más tarde.

Aimé Cesaire se juntó (probablemente en el salón de Paulette Nardal) con el guayanés Léon-Gontran Damas y el senegalés Léopold Sédar Senghor y el grupo decide montar una “revista corporativa de combate, con el objetivo de poner fin a la tribalización, al sistema de clanes en vigor en el Barrio Latino. Dejamos de ser estudiantes martiniqueses, guadalupeños, guayaneses, africanos y malaches para no ser más que un mismo estudiante negro.”

Y en el primer número de la revista Aimé Cesaire titula un artículo Negritudes, un término que serviría para unificar en un mismo movimiento diferentes corrientes políticas, literarias, filosóficas emancipatorias, “algo en virtud del cual este pueblo de transplantados eche raíces, florezca, madure, y lance a la faz del mundo los perfumes y los frutos de la floración; ¿por qué no decirlo? Algo que, aún por la fuerza, lo obligue a nacer de sí mismo, a superarse a sí mismo” (La tragedia del rey Christophe). Un concepto cuya influencia llega hasta hoy, desde Youssoupha hasta Kerry James Marshall.

Puedes leer el primer y tercer número de L’Etudiant Noir.